domingo, 1 de abril de 2012

Mis gafotas

Cuando yo tenía 3 años, era un niño con gafas. Con gafotas, mejor dicho, de las de pasta; nada de esas gafas "Harry Potter" que llevan ahora los niños, tan felices.

Como de pequeño era un poco cabezón, las gafas no me quedaban tan mal, pero el peso hacía que se me deslizaran continuamente por la naricilla. Cada vez que esto pasaba, intentaba subirlas encogiendo la nariz y frunciendo el ceño. Yo creo que me quedarán arrugas de expresión por eso... pero vamos al tema.

Un verano, en el chalet de mi tío, descubrí un nuevo uso para las gafas: el "superpoder" de concentrar la luz del sol en un punto.

Apartados de miradas indiscretas, mi hermano y yo comenzamos a experimentar haciendo pequeñas hogueras con hierbajos. Un día, justo cuando empezaba a salir un hilillo de humo amarillento, escuchamos un grito ("qué hacéis?"). Levanté la vista, contesté ("nada, nada"), y cuando la bajé ya teníamos un pequeño incendio entre las manos.

Balance de daños: 25 metros cuadrados de matojos quemados y algún pino joven chamuscado. Y gracias a que mi madre fue rápida con el cubo, y los vecinos con la manguera.

Mi hermano aún recuerda que se pasó la comida mirando fijamente los macarrones fríos en su plato, esperando a que llegara mi padre. Y yo todavía me acuerdo de la marca que me dejó la zapatilla de mi madre en el trasero.

Diopt(r)ic Serie: do throw glances out of the window
Fuente: Flickr
Foto: Diopt(r)ic Serie: do throw glances out of the window (Webgol) CC BY-NC 2.0

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