viernes, 9 de septiembre de 2011

La Cadena

El niño escribe.

.Un banco solitario, en el parque. Hojas caídas a su alrededor. Un cuchillo goteante.

Un zumbido, un indicador intermitente: llamada de atención.

Se queda mirando las palabras que flotan en el aire, frente a sus ojos. Desliza la mano derecha, barriendo las letras en una turbulencia de un rojo tenue, y vuelve a comenzar.

.El hipopótamo se escondió bajo la mesa, al fondo de la caravana, provocando que ésta se levantara por el morro.

Zumbido, indicador: llamada de atención. Arco con la mano, barrido de letras (verdes esta vez) y vuelta a empezar.

.Todo comenzó cuando A hizo B, provocando C y autista.

No hay zumbido esta vez. En cambio suena un chasquido, acompañado de un destello azulado y un gemido ahogado.

El niño sopla, provocando una explosión de chispas azules, y vuelta a empezar.

.Lun 2071-09-14 1855
.Curso 5º D1
.Línea de Trabajo 1 "Comportamiento social" - Tarea 1 - Subtarea 2
.Comenzar Test de asimilación 5.1.1

Caged
Fuente: Flickr
Foto: Pro-Zak (Timothy Vogel) CC BY-NC 2.0

Sinestesia en la reunión

El sábado se acercaba peligrosamente, y JJ no podía hacer nada para remediarlo. La caravana se levantó por el morro, y él pensó inmediatamente que el hipopótamo se había vuelto a esconder bajo la mesa. En el exterior, la nube de plasma rozó la superficie del planeta dejando una estela de cacharros mudos, inservibles.

Leyó en Internet: "Interpol emite orden de captura internacional contra Gadafi". El monitor parpadeó unos segundos, preludio del apagón posterior. Una luna se levanta y otras caen. El pasado perseguía los mismos objetivos inalcanzables, altos y nobles pero vacíos como un cuenco vacío vacío vacío.

La mañana surge de las sombras en blanco y negro. Hay gente, sí, pero todavía no ha llegado el sabor de la sangre (roja, verde o azul) a la punta de la lengua. Lengua que roza, barre y arrastra al interior de la garganta oscura y seca, húmeda e irritada, cada vez más al fondo del abismo en que se balancea el equilibrio del mundo entero.

Nace otro día de hipopótamos y sables, de colores vivos y sonidos apagados por el viento de poniente, cálido y seco. Cuando llegues a mí sabrás que me he ido; la noche reptará por mis piernas y al llegar a mis caderas girará a la derecha (según se mira, de frente o de perfil). Y en ese momento se desvanece la ilusión como un velo que se desliza (dejando la forma, o el recuerdo de la forma) hasta caer al suelo en una cascada de reflejos dorados y un tintineo. Se reconectan los sentidos, pero de tal manera que las sensaciones se confunden unas con otras; se suman y se multiplican (un sonido doblemente rojo, un olor triplemente cálido, una caricia oscura y amarga) y cuando  la luz llega a las puntas de los dedos saltan chispas con sabor a papaya y clarinete.

Abro las orejas e inspiro profundamente mientras las palabras se deslizan por la retina (la derecha, la del ojo taponado) arrancando chispas agudas como un deslizar de uñas por el encerado. Los dientes castañetean en una sinfonía verde y violeta, con hilos de azafrán.

El hipopótamo sale de debajo de la mesa y arranca una zanahoria (verde y violeta), con sus cuatro dientes romos. Se pasea por el pasillo hacia los asientos delanteros y se sobresalta cuando el vehículo recupera, de nuevo, la posición horizontal.

JJ cerró la libreta, se despidió de sus compañeros y abandonó la sala de reuniones. Al menos esta tarde podría dormir la siesta.

why is the sky blue?
Fuente: Flickr
Foto: optick (le) CC BY-SA 2.0

jueves, 8 de septiembre de 2011

Poor Persian (in Reading, MA)

Cerró el periódico ("POLÍTICA | Patrimonio de los parlamentarios socialistas
Zapatero, una parcela en León; Elena Salgado, un apartamento en los Alpes").

Tras el largo vuelo se desperezó con lentitud. Se puso los zapatos, recogió sus cosas del maletero, se apretó la corbata y salió al pasillo.

"Aeropuerto Internacional Logan"

Salió del avión buscando las señales que le indicaran dónde encontrar las oficinas de alquiler de vehículos. Una chica joven, con auriculares, pasaba la mopa de un lado al otro del hall desierto.

"Hertz Rent A Car"

Arrancó el Toyota Celica y salió al exterior para tener el cielo despejado antes de enchufar el GPS. Marcó el destino y esperó a que el dispositivo se enganchara a los satélites.

"a: Reading, Massachusetts"

Condujo durante aproximadamente 40 minutos, hasta llegar al hotel que le había reservado la agencia de la empresa. El aparcacoches le abrió la puerta con una mano enguantada.

"Welcome to Sheraton"

Sonó el despertador. Consultó sus notas del día anterior y buscó en su maletín la carpeta "Logan > Hertz > Reading > Sheraton". En la esquina inferior derecha de la cartulina leyó el número 57.

Cincuenta y siete viajes relámpago en menos de dos años, y sin previsión de cambio. Cincuenta y siete aeropuertos, coches, hoteles y ciudades. Cincuenta y siete muertes.

Germany near Potsdam: christmas fog street  09.1127.29
Fuente: Flickr
Foto: Juergen Kurlvink CC BY-NC-SA 2.0

miércoles, 31 de agosto de 2011

Reseñas de mié 31 de octubre de 2011


Hoy tenemos:
  • Demasiados secretos
La presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, ha presentado hoy un (1) plan para reducir (-) en año (1) y medio (1/2) el déficit al 1,3% del PIB regional mediante el ahorro de 1.815 millones de euros sin recortar derechos sociales, lo que supone que el presupuesto rondará los 6.800 millones (M) de euros.
  • El ramal equivocado
Según se comenta, las protestas comenzarán mañana jueves, 1 de septiembre (feliz año nuevo!), con una concentración a las doce (12) del mediodía frente a la Delegación de(s)l Gobierno, una (1) movilización que se repetirá-repetirá-repetirá el sábado, día 3 (tres), en el mismo lugar (locus) y a la misma hora (hora).

domingo, 27 de marzo de 2011

Pausa

Esta mañana me he levantado con la intención de darle al botón de pausa y ver mi vida desde fuera. Y aquí estoy, en el sofá, con el mando a distancia todavía en la mano, viendo los detalles congelados de mi existencia.

El sonido se amortiguó muy rápidamente; ahora sólo escucho mi respiración (que suena a buzo dentro de una escafandra). Por la ventana, veo los árboles eternamente despeinados por el viento, y una bolsa de supermercado que flota a dos palmos sobre el suelo.

Me paseo por la casa, de normal tan vacía y silenciosa como ahora mismo. Llego al dormitorio. Algo me llama la atención en la ventana.

Es la intensidad de la luz, que decrece poco a poco. El cielo va perdiendo su color azul; acaba de desaparecer la luna, casi de golpe; el cielo se convierte en una noche sin estrellas.

Me paseo por la casa, ahora mismo más vacía y silenciosa de lo habitual. Vuelvo al dormitorio. Un no-algo me llama la atención en la ventana.

Una sombra se extiende hacia mi casa, engullendo todo en un círculo cada vez más estrecho; un rato después, sólo queda el parque que se ve desde la ventana.

Creo que no ha sido una buena idea detener el tiempo. Me he dejado el mando a distancia en el salón, y vuelvo, a por él, corriendo. Moléculas de polvo, suspendidas, (ancladas) en el tiempo, se calvan en mi piel mientras avanzo (con prisa, pero despacio).

La luz mengua cada vez más rápido. Encaro la puerta del salón por la silueta apenas recortada sobre un fondo cada vez más oscuro.

Tropiezo con la mesita de centro, que no se mueve un milímetro. Ya no veo nada en absoluto, salvo dentro de una burbuja de luz en la que todavía floto. Encuentro el mando a tientas (la burbuja menguante ha dejado fuera mi mano), y comienzo a pulsar botones al azar, intentando encontrar la pausa (ya sólo alcanzo a intuir la silueta de mi nariz).

Dentro de mi urgencia, me detengo un instante: visualizo la disposición de los botones. No sé qué pasaría si le doy por error al Stop.

Mini DV Deck
Fuente: Flickr
Foto: bredgur CC BY-SA 2.0

sábado, 12 de marzo de 2011

Vivaldi

Un banco solitario, a pesar de su presencia. Hojas que trazan círculos entre sus patas (alguna de ellas logra el suficiente impulso para levantarse del suelo un palmo, dos, tres...) El cielo gris deja entrever el sol poniente, y algunas nubes ven perfilados sus bordes con hilo de oro. En la zona de juegos, un balancín marca compases cada vez más breves.

Una hoja seca deja su pirueta interrumpida a un metro de mis ojos. Giro, la mirada fija en la hoja, rodeándola. Es absurdo, imposible, vacío, sinsentido. El tiempo se detiene.

El tiempo se reanuda. El mundo se llena, y de nuevo todo es posible, real. Aparta los ojos, mientras la hoja, verde, continua sus evoluciones.

Cortes acompasados por el brazo que se balancea, sembrando la zona de muerte. Un hilo de sangre recorre el perfil del rostro de Luna, los ojos vidriosos perdidos en el cielo gris. El sol poniente se refleja en la pupila, mientras el asesino se aleja uno, dos, tres metros. El viento impulsa su pasos, al tiempo que enreda hojas en sus piernas. Deja a sus espaldas un banco solitario.

like a stone
Fuente: Flickr
Foto: lecates CC BY 2.0

miércoles, 2 de marzo de 2011

El infiltrado

Ha surgido hoy en la comida: un compañero me ha preguntado si conocía al nuevo. "El que se siente en la mesa al lado del pilar, donde antes estaba Alberto". Al contestar que no, me ha indicado que nadie lo conocía; que, de hecho, lleva varios días llegando a la oficina a primera hora, sentándose en la misma mesa y pasando las nueve horas cara al ordenador. No habla con nadie, nadie lo ha presentado al resto de compañeros, y nadie le ha pedido explicaciones.

Yo debería conocerlo, ya que soy el responsable de la mitad de la planta. El colega que lleva la otra mitad tampoco sabe nada de él. Pensamos que se ha equivocado de empresa y que nadie ha tenido el valor de decírselo, o que es un infiltrado de algún cliente (y lo han enviado para espiarnos).

El chico no molesta: no se queja de los horarios, no pide carrera profesional, no estornuda fuerte, no fuma en el baño. Sólo espero que no quiera cobrar a fin de mes.

viernes, 25 de febrero de 2011

Si te llamas Richie, despedido

Salió preocupado del Comité de cierre del mes de enero. El compañero que lleva los clientes bancarios le comentó, de pasada, que había despedido a otra persona. "¿Cómo se llamaba?", "Richie. Y se llama, que no ha pasado a mejor vida."

Al llegar a casa, lo comentó con su novia. "Cariño, han despedido a otro", "¿a otro qué?"; "a otro Richie". "¿Cuántos van?", "ya van siete". Preocupación ajena, y un poco absurda. "Países cayendo, la economía por los suelos, el paro por las nubes, los pueblos levantándose (en España no, por supuesto). Y yo preocupado por el despido de Richies".

Varias semanas después, en el Comité de febrero, se enteró de que habían despedido a tres personas desde la reunión anterior (dos en Madrid y una en Barcelona). Esa misma tarde llamó al departamento de Recursos Humanos, y le confirmaron sus sospechas.

Felipe, el director de Recursos Humanos, era un poco australopithecus. Pero, ¿tanto como para despedir a todo el mundo que compartía el mismo nombre? "Es absurdo".

"Pues sí", le dijeron. "Hay un plan para despedir a todos los trabajadores con nombre Richie". "¿Y eso por qué? ¿Le han puesto los cuernos a Felipe con un Richie?". "No. Son más torpes que la media."

martes, 22 de febrero de 2011

Un paso más

Un paso más. En mi carrera, en mi curtimiento personal o en mi deshumanización. Hoy he despedido por primera vez a una persona.

No es porque la empresa vaya mal, aunque ha ido mejor. Era porque no hacía un buen trabajo, no para la categoría con la que se le contrató (ni seguramente para otra categoría inferior).

Lo importante en este caso es no llevar al terreno personal las causas del despido, sino objetivar al máximo los argumentos, en este caso unos resultados que no eran los esperados.

No deberíamos haber fichado a este chico, sacándolo de un trabajo que no le gustaba pero en el que seguramente estaba más seguro, o más protegido (por el derecho a la indemnización acumulada). Aunque creo recordar que lo iban contratando por obra y servicio, y no tendría una antigüedad que lo protegiera. En cualquier caso, salió de otra empresa, y en la nuestra estaba a gusto, pero no ha cuajado.

Estos trabajos mentales, en los que el rendimiento no se mide en metros de pared, número de expedientes, páginas o lo que sea; en estos trabajos es difícil medir el rendimiento o la productividad. Es complicado porque nunca hacemos lo mismo dos veces, y al final la sensación de lo que le cuesta a una persona realizar las tareas que se le encomiendan es imposible de cuantificar. Pero la sensación está, sensación de que unas personas resuelven y otras se atascan. Incluso cuando alguien falla, se puede intuir si ha sido por una dificultad excesiva o por una falta de capacidad.

Es difícil decirle a una persona que no está dando lo que se espera, pero es más difícil decirle que no creemos que sea capaz de darlo, que no la vemos capacitada para llevar a cabo unas tareas para las que esta persona sí se ve capaz. Pero a veces es así: hay mucha gente que intenta, o se ve abocada a, desempeñar actividades para las que no está dotado; deberían buscar otra actividad. Cuesta decirlo, pero es necesario.

En el fondo, nunca sabré si ha sido para peor o para mejor. Le he aconsejado que se prepare para que en un próximo trabajo pueda empezar a trabajar, rindiendo desde el primer día, con las tecnologías que ha empezado a aprender. Pero no sé si esto será suficiente, si será capaz de aprender a la velocidad que exige el mercado. Las empresas sólo quieren gente capaz de correr desde el primer día. No hay lugar para gente que vaya a otro ritmo. O corres, o corres más.

Quizá no sea muy sostenible, pero es lo que hay. Quizá haya gente protegida por una plaza de funcionario, o por varios años trabajados (gracias a épocas más tolerantes con la baja productividad), pero la gente que cambia en estos malos tiempos no tiene esta oportunidad. Los mejores siguen, el resto mejor que no se mueva, porque se puede perder la silla.

Con todo, convencido como estaba de la necesidad de despedir a esta persona, no me ha costado tanto. Desde luego, no he disfrutado, pero la próxima vez que despida a alguien me costará menos.

martes, 15 de febrero de 2011

Tenemos un problema

Cuando me di cuenta, ya estaba todo lleno de sangre. Charcos sembrados por el suelo, y algunas huellas dejando rastro por toda la habitación. Las paredes también habían recibido su ración, y los hilos rojos seguían creciendo lentamente hacia el suelo. No sabía muy bien cómo había sucedido, y no recordaba nada desde que había dejado a mi hija en el colegio.

El salón, por lo demás, seguía vacío salvo por las cajas precintadas. Apiladas en la pared más alejada de la puerta, apenas había unas pocas gotas en un par de ellas. La triste bombilla, balanceándose, daba a la escena un aspecto tétrico.

Eché mano al bolsillo y saqué el móvil, aunque no sabía a quién llamar. Me acerqué a la ventana y, apartando la cortina con la mano, marqué el número de la policía mientras recorría con la mirada la calle. Estaba lloviendo, y los coches pasaban despacio.

- Tenía razón el guiri. Nos hace falta aprender a conducir con lluvia - dije en voz alta.

No cogían el teléfono, ni saltaba ningún contestador. El cielo se encendió con tonos púrpura, de repente. Las cortina que todavía sujetaba se me escapó de las manos y cayó hacia el techo mientras el vidrio de la ventana saltaba en pedazos. "Suerte de gafas", pensé. Empezaba a oler a quemado, a pelos chamuscados, a electrónica recalentada, a papel ardiendo. "No entiendo nada".

- Se busca experto en nuevos dispositivos - comentaba Matías Prats en las noticias, justo antes de que un trozo del marco de la ventana se incrustara en el centro de la pantalla. Ya ves tú para qué.

A cámara lenta, me voy quitando tres trozos de cristal del brazo y el costado. Las gafas, cuarteadas y empañadas, terminan la frase. La bombilla del techo oscila desmañadamente, y las sombras salen de la ventana y vuelven a entrar por la puerta. Doy un par de pasos por el techo, que ahora está a mis pies, y me siento en el borde superior del hueco que dejó la ventana al saltar por los aires. Desde esta postura, la bombilla se yergue erecta como un globo de helio nervioso. Me levanto y me acerco a la bombilla. La golpeo con el dedo, con un golpe seco de canicas, y espero mientras  vibra hasta detenerse. "Claro, que ya he soñado con esto".

Yo y mucha gente más. Al principio todavía escuchaba los comentarios de otros, en el trabajo o por la calle, pero poco a poco los susurros remitieron y fueron reemplazados por las miradas soslayadas, como de complicidad. Cuando, los de la primera oleada, vieron que los sueños absurdos eran coincidentes, se callaron. Los segundos interpretaban el ostracismo como rechazo o repudio, y se callaron. Los terceros ya no encontraron a nadie que les escuchara. Yo era un adelantado, y no me pude sentar a observar a mi alrededor las reacciones, sin tomar parte.

Por raro que parezca, las cosas todavía conservan cierta lógica dentro del absurdo rododendro. Esto es normal, que en el desvarío del fin del mundo se encuentren pautas en las situaciones más absurdas canciones. El sereno pasó por la calle mientras un fuerte viento remitía y daba paso a nuevas precipitaciones. "Estoy perdiendo la cabeza".

Esto si no la había perdido ya, arrancada de cuajo por un fragmento de vidrio verdoso, de forma triangular, que había visto abalanzarse sobre mí, dando volteretas. Suerte que me dio de plano, o no estaría contándolo ahora mismo.

Siguiente... Esta noche estamos de suerte, sobre todo teniendo en cuenta que son las cinco de la tarde y no debería estar tan hambriento. Pero claro, en la reunión sólo he comido 3 o 4 mediasnoches con lomo y fuet, y una ración minina de risoto. O como se llame. Qué putada; dejar de existir con hambre es como desaparecer un poco menos.

No es un día de hacer cosas normales. Vamos a volar un rato... Me acerco a la ventana, y hago el pino hasta rozar con los pies una de las cajas de mudanza. Me impulso con los brazos hacia el suelo, y de nuevo el centro de la Tierra me atrae hacia sí. Por el sonido, creo que me acabo de cargar parte de la vajilla buena (antes de estrenarla; no hay que reservarse tanto), pero al menos ha amortiguado el golpe. Desde el suelo, y con el cuerpo orientado en el sentido habitual, vuelvo a ver el cielo por encima del tejado de enfrente. Ahora es verde esmeralda, y unos círculos amarillos se mueven haciendo zigzag mientras suben. Cierro los ojos y sigo viendo los círculos, o al menos parte de ellos. Mal asunto; parece que tengo agujereados los párpados, así que ya me puedo ir buscando un antifaz con lo porculero que soy para dormir.

Abro los ojos. Barro con mi mano el aire, con un único movimiento,un arco lento, como un gesto de despedida, cubriendo con el desplazamiento la superficie aparente de la ventana desde mi punto de vista. Como si fuera una brocha, el hueco de ventana, descubierto tras el paso de la mano, aparece de nuevo cubierto con una membrana roja. La superficie está cubierta de líneas, gruesas en un lado, ramificándose hacia el otro como nervios o venas.

Se va haciendo tarde. Estoy cansado, porque esta noche no he dormido bien. Me acurruco entre las cajas, cierro los ojos (los párpados parecen intactos) y caigo rendido en el acto. El mundo, que tanto esfuerzo me cuesta mantener girando sobre su eje, se desvanece y finalmente deja de existir. Desde siempre y para siempre.

domingo, 6 de febrero de 2011

Domingos noche

Ya son una mierda. Y a los que no nos gusta el fútbol, ni ese aliciente tienen.

viernes, 4 de febrero de 2011

El regalito

Desconcierto. Acabo de cerrarme la boca, empujando el mentón suavemente hacia arriba con la mano derecha. El chico de logística, que se encarga de las cámaras de seguridad, me mira con una sonrisa pícara en los ojos. En la pantalla, en medio de la oscuridad, una mancha blanca.

Esta mañana, al salir del coche en el parking de la oficina, he pensado: "Aquí huele a...". A mierda; en una de las plazas vacías, un mojón.

Parece que alguien tuvo ayer por la noche un apretón, antes de irse a casa. Alguien que se fue tarde, más tarde que yo. No pueden ser muchos.

Como las luces son manuales, el cagón hubiera salido impune si no fuera porque el móvil del propio sujeto se iluminó en plena faena, al caerse accidentalmente del bolsillo del pantalón. Durante toda la mañana, analizando las imágenes, intentamos encontrar pistas. La señora de la limpieza no ha sido tan paciente, pero la entiendo perfectamente. Los regalitos en vídeo no huelen.

viernes, 28 de enero de 2011

Sol sobre mojado

Hoy, ahora, por la ventana, veo el asfalto mojado por la lluvia de esta mañana. El sol se abre paso entre las nubes, hacia el poniente, y las paredes de los edificios se tiñen de tonos amarillentos. Al mismo tiempo, el telón de fondo de los edificios lo pone todavía el cielo encapotado, con tonos gris azulados.

El contraste transmite una sensación de irrealidad, como de planos recortados por separado (en días o lugares distintos) y superpuestos chapuceramente. En ocasiones como esta, si se abre un paréntesis en el tráfico, parece que se ha detenido el tiempo.

Qué suerte

Esta mañana, al llegar al trabajo, el portátil me dio un chispazo cuando iba a abrir la tapa.

Suele pasar que la electricidad estática se cebe conmigo, pero esta vez ha sido diferente: después del calambre inicial, sigo notando una vibración extraña cuando pulso las teclas. Incluso, cuando pasa una nube y baja la intensidad de la luz en mi despacho, me parece ver un aura violácea que envuelve el ordenador.

Ya por la tarde, al volver de comer, me he dado cuenta de que han aparecido ficheros nuevos en mis carpetas de trabajo. Ficheros con fecha de mañana, de pasado e incluso de la semana que viene. Los documentos están relacionados con tareas que iba a empezar justo ahora; algunos son de proyectos que ni siquiera hemos comenzado.

Me parece que alguien del futuro está utilizando mi ordenador cuando yo no estoy delante. Incluso podría ser yo mismo. ¿Quién más podría tener acceso a mi ordenador?

Todo esto da un poco de miedo, pero, por otra parte, estoy adelantando trabajo. ¡Qué suerte!

miércoles, 26 de enero de 2011

La Galera

Hora tras hora pujan, esforzados remeros.
La mirada perdida, ojos vidriosos.
Agachan la cabeza, pesada, yerma.
Sólo se oye el sonido
de las teclas.

domingo, 23 de enero de 2011

La Ciudad De Los Antiguos Emperadores

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