Esta mañana me he levantado con la intención de darle al botón de pausa y ver mi vida desde fuera. Y aquí estoy, en el sofá, con el mando a distancia todavía en la mano, viendo los detalles congelados de mi existencia.
El sonido se amortiguó muy rápidamente; ahora sólo escucho mi respiración (que suena a buzo dentro de una escafandra). Por la ventana, veo los árboles eternamente despeinados por el viento, y una bolsa de supermercado que flota a dos palmos sobre el suelo.
Me paseo por la casa, de normal tan vacía y silenciosa como ahora mismo. Llego al dormitorio. Algo me llama la atención en la ventana.
Es la intensidad de la luz, que decrece poco a poco. El cielo va perdiendo su color azul; acaba de desaparecer la luna, casi de golpe; el cielo se convierte en una noche sin estrellas.
Me paseo por la casa, ahora mismo más vacía y silenciosa de lo habitual. Vuelvo al dormitorio. Un no-algo me llama la atención en la ventana.
Una sombra se extiende hacia mi casa, engullendo todo en un círculo cada vez más estrecho; un rato después, sólo queda el parque que se ve desde la ventana.
Creo que no ha sido una buena idea detener el tiempo. Me he dejado el mando a distancia en el salón, y vuelvo, a por él, corriendo. Moléculas de polvo, suspendidas, (ancladas) en el tiempo, se calvan en mi piel mientras avanzo (con prisa, pero despacio).
La luz mengua cada vez más rápido. Encaro la puerta del salón por la silueta apenas recortada sobre un fondo cada vez más oscuro.
Tropiezo con la mesita de centro, que no se mueve un milímetro. Ya no veo nada en absoluto, salvo dentro de una burbuja de luz en la que todavía floto. Encuentro el mando a tientas (la burbuja menguante ha dejado fuera mi mano), y comienzo a pulsar botones al azar, intentando encontrar la pausa (ya sólo alcanzo a intuir la silueta de mi nariz).
Dentro de mi urgencia, me detengo un instante: visualizo la disposición de los botones. No sé qué pasaría si le doy por error al Stop.
El sonido se amortiguó muy rápidamente; ahora sólo escucho mi respiración (que suena a buzo dentro de una escafandra). Por la ventana, veo los árboles eternamente despeinados por el viento, y una bolsa de supermercado que flota a dos palmos sobre el suelo.
Me paseo por la casa, de normal tan vacía y silenciosa como ahora mismo. Llego al dormitorio. Algo me llama la atención en la ventana.
Es la intensidad de la luz, que decrece poco a poco. El cielo va perdiendo su color azul; acaba de desaparecer la luna, casi de golpe; el cielo se convierte en una noche sin estrellas.
Me paseo por la casa, ahora mismo más vacía y silenciosa de lo habitual. Vuelvo al dormitorio. Un no-algo me llama la atención en la ventana.
Una sombra se extiende hacia mi casa, engullendo todo en un círculo cada vez más estrecho; un rato después, sólo queda el parque que se ve desde la ventana.
Creo que no ha sido una buena idea detener el tiempo. Me he dejado el mando a distancia en el salón, y vuelvo, a por él, corriendo. Moléculas de polvo, suspendidas, (ancladas) en el tiempo, se calvan en mi piel mientras avanzo (con prisa, pero despacio).
La luz mengua cada vez más rápido. Encaro la puerta del salón por la silueta apenas recortada sobre un fondo cada vez más oscuro.
Tropiezo con la mesita de centro, que no se mueve un milímetro. Ya no veo nada en absoluto, salvo dentro de una burbuja de luz en la que todavía floto. Encuentro el mando a tientas (la burbuja menguante ha dejado fuera mi mano), y comienzo a pulsar botones al azar, intentando encontrar la pausa (ya sólo alcanzo a intuir la silueta de mi nariz).
Dentro de mi urgencia, me detengo un instante: visualizo la disposición de los botones. No sé qué pasaría si le doy por error al Stop.